Por el deterioro ambiental, los Montes de María parecieran llorar al maestro Landero
Por Víctor Castro Castellar
Docente, Músico,Escritor
Víctor Castro Castellar. Docente, Músico,Escritor

“Una tarde en la montaña oí cantar al corcobao/ y vi tejiendo la araña sus redes sobre dorao…” Así inicia una de las cumbias más famosas del desaparecido  juglar del folclor costeño,  Andrés Landero, titulada “La Pava Congona”. Landero fue un hombre que nunca negó su origen campesino. No tenía por qué hacerlo. Su  obra enteramente fue de y para el campo, la sociedad campesina  y provinciana enclavada en los Montes de María. Sus notas musicales eran todo un canto inspirado en la fauna, flora y la cotidianidad montemariana. Este juglar  dejó un legado inmenso para el folclor y cantó cumbias con un estilo muy singular. Si los sonidos de las gaitas identificaban e imitaban el canto de las aves y otros animales de la zona, fue Landero quien le dio un color diferente a esos sonidos y agregó, con su acordeón, una belleza única para cantar al campo, a su gente, y a sus angustias naturalmente humanas.

“Canto a mi machete” es una cumbia que Landero dedica al labriego que trabaja y trabaja la tierra, siempre con la esperanza de vivir en un mundo mejor. “Ya cantó bien mi machete/La tierra quemada está/La troja con su trasplante/La lluvia espero para ir a sembrar/Goza Miguel este año no es bisiesto/Las cabañuelas van pitando bien/Los tabacales en tu pensamiento/De hojas verdes llenan su caney…” Con estas sencillas estrofas plasma el pensamiento del campesino que cree año tras año, en un sinfín de esperanzas,  llegará la prosperidad, alentado por sus creencias y disposición para el trabajo.

La obra musical de Landero describe su condición social, las vicisitudes del hombre del campo que no renuncia a la montaña, a las bendiciones del campo: “Yo soy hombre de trabajo/ Soy pobre desde muy niño/ Pero un aguacero e mayo/De pronto cambia mi fatal destino/José Miguel levántate temprano/Limpia la huerta siembra más y más/Por amasate mucho en el verano/El rico avaro te logra engañar…” Sin duda era una voz rebelde que veía las penurias del campesinado montemariano y siempre quiso reivindicar su labor a ritmo de cumbia.

Cumbia es sinónimo del campo, de montaña, de naturaleza. El acordeón de Landero era la voz de la flora y la fauna en los Montes de María. La cumbia se llenaba del color de las flores, del plumaje de las aves que cantaban sin amarguras ni resentimientos. El tema “La Cigarrona” es sinónimo de persistencia, de fiesta y felicidad. A pesar de la soledad, Landero gozaba con la naturaleza y sus huéspedes. Ellos eran la esencia de su cumbia. “…También cantaba el Juan Polo, al amanecer el día/ y aunque me miraba solo, con eso me entretenía…” Se divertía, se entretenía. Sin duda era feliz observando a los protagonistas de sus cumbias. No necesitaba decir más. Los sonidos de su acordeón, entonces, se convertían en el mismo canto de las aves y de todos los animales del monte.

Hoy la región de los Montes de María grita envuelta en un lamento que se pierde en la montaña y llega al cielo y en el mismo cielo pareciera llorar el maestro Landero. La montaña siente una tristeza amarga. Los arroyos se secan, los pájaros se van y, un día no muy lejano, si no se protege ese santuario de la vida, ya nunca más cantará el sinsonte, ya no cantará el mochuelo. Se acabará la naturaleza y de su fauna y su flora sólo quedará la cumbia de Landero llena de nostalgia como un llanto eterno de la montaña.

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