Mientras el país se desangra en medio de la protesta social, los representantes del gobierno Duque, buscan y rebuscan eufemismos para justificar una posición mezquina ante la crisis que vive nuestra gente sin que se perciba una voluntad política decidida para hallar soluciones de fondo a los problemas que aquejan a la Nación.
La retórica de Duque es tan vacía que prefirió durante más de un año, en horario familiar a través de los diferentes canales de televisión, hablar a los colombianos de cómo ponerse el tapabocas y lavársela las manos para afrontar la pandemia del Covid 19.
Cuando vio que la protesta social se desbordaba, a pesar de los miedos de la pandemia, incluso, de decisiones sospechosas de la justicia que recomendó aplazar lo inaplazable, dejó su asiento de presentador de televisión para navegar en sus discursos que ya pocos colombianos le creen.
A veces cae en reflexiones parecidas a aquella que nadie supo lo que quiso decir, al identificar nuestra Colombia con P. “»Tengan la capacidad de construir y no de trabarle el camino de progreso que se quiere desarrollar porque esa Colombia con P mayúscula es la que necesitamos.” Yo creería que quiso hablar con P de Progreso. Cosa que no es coherente con los más de 21 millones de pobres que hay en Colombia producto de la pandemia y de políticas nefastas.
A veces se hace el de la “vista gorda” o de la “oreja mocha”, tal como lo decían los abuelos para evadir a los preguntones periodistas: «¿De qué me hablas, viejo?» Y mientras los muertos, desaparecidos, lesionados, en medio de la protesta social, siguen en aumento, Duque con esa terquedad retórica, se presenta como el defensor de la legalidad ilegal.
No le gusta que le digan títere, pero todos sus comportamientos son de marioneta, que se ve reflejado en los compañeros de teatro, tal como se presenta Emilio Chinchilla, ahora negociador del Gobierno ante el Comité del paro y quien actúa como niño malcriado repitiendo lo mismo en cada entrevista que da a los medios para sacarle el cuerpo a las negociaciones que clama el pueblo colombiano. Su última frase vacía como la improductividad de los últimos encuentros con el Comité de paro: “Aquí estamos y estaremos para dialogar”
También son dados a soltar afirmaciones irresponsables que atizan odios crónicos. El ministro de la Defensa, Diego Molano, se hizo tristemente célebre ante en bombardeo de adolescente reclutados por las disidencias de las FARC, “Son Máquinas de guerra”, para referirse a prácticamente a niños reclutados a la fuerza o con engaños por parte de los rebeldes.
Sus desatinos siguen en medio de la protesta social que criminaliza y reprime. En el marco del paro nacional la ahora Canciller Martha Lucía Ramírez, otra locuaz y hábil mentirosa, desacredita la protesta social con una afirmación que preocuparía a cualquier extranjero que la oiga de sopapo: “40 mil armas incautadas en las protestas.” Una afirmación que induce a pensar que los manifestantes están armados hasta los diente, ante los indefensos policías del ESMAD que sólo cargan bombas aturdidoras no letales.
Mientras tanto, Duque sigue reclamando derechos para la ciudadanía, derechos que su gobierno vulnera. «La historia que estamos escribiendo hoy nos exige deponer los odios. El Gobierno cree en el diálogo social. Somos un gobierno que escucha….” Cosa que no ve en la realidad.
Lo más probable es que siga cometiendo errores sobre sus discursos vacíos que hablen de afectos poco creíbles. Entonces, después de su vergonzoso gobierno, lo oiremos decir, sin sonrojarse: “Así lo ví. Así lo querí”.
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