Triste situación de los músicos que viven del día a día, el Estado los dejó solos a su suerte
Víctor Castro Castellar, Docente, Músico, Escritor.

La pandemia del Covid 19 desnudó y aceleró todos los males del pueblo colombiano. La economía se vino a pique y amplió el número de desocupados y de pobres. La población desocupada en toda la Nación, según datos recientes del DANE, asciende a 3, 4 millones y los pobres son más de 21 millones.

Entre los pobres se cuentan 7 millones en condición de pobreza extrema, cosa preocupante, puesto que la economía no arranca y las arcas del Estado están prácticamente vacías. Mientras la pandemia cobra más víctimas en este interminable tercer pico, Colombia suma el fragor de la protesta social, que reclama a un gobierno que poco ha hecho por remediar esos males socio -económicos que la aquejan.

Hay un sector de la población que como otros no se le ha puesto atención por parte de las autoridades nacionales, regionales o locales. Se trata de los artistas, que sin temor a equivocarme, un buen número está en esa franja de pobres que hoy cuenta el país.

Entre esos artistas se hallan los músicos de profesión, es decir, aquellos que viven de dicha actividad y, por supuesto, la pandemia, los redujo a situaciones apremiantes de supervivencia. Los músicos reconocidos y con un buen colchón financiero, han resistido; pasan la crisis sin mayores contratiempos, aunque un buen número, echó mano de la tecnología y de las redes sociales para recaudar recursos que amainan el golpe económico, pero que tal vez no es suficiente para algunos. A estos artistas les tocó solos “reinventarse”, tal como se los dijo el sub presidente Duque y, efectivamente, los dejó solos.

Entre esos músicos que sufren día a día este desastre de la pandemia, se encuentran los del “rebusque”; son aquellos que salen a proponer sus servicios, hacen parte de la economía informal, incluso, el DANE los considera como no desocupados. Son esos músicos que sino “cantan” una noche o el fin de semana, no tienen para comer. Una situación que resulta más apremiante en las actuales circunstancias.

Sé de amigos músicos que se han visto en la necesidad de empeñar sus electrodomésticos, incluso, el instrumento para poder sostener a la familia. Se quedaron solos; el Estado les ha dado la espalda todo el tiempo y en las actuales circunstancias, se nota esa falta de apoyo por parte de gobierno. Hoy se habla de renta básica para los más pobres y, quizá, ni se les ha pasado por la cabeza a los proponentes del Comité de paro, auxiliar a esos músicos del día a día.

Si el gobierno actual les ha dado la espalda a esos músicos de economía informal, las organizaciones de los artistas, Sayco y Acinpro, pocas ideas han aportado para dar la mano a los músicos pobres.

No se tiene noticia de propuestas al gobierno nacional para ayudar a superar este drama. Son entidades administradas por personajes que sólo se preocupan por el bienestar particular y no del bienestar colectivo de sus asociados y, menos, de los músicos que no pertenecen a esos gremios. He seguido de cerca, por ejemplo, la dura batalla que ha librado el reconocido músico, Rafael Ricardo Barrios, contra la enquistada administración de Sayco, que, según Rafael, patrocina una red de corrupción, sin que las autoridades nacionales se apersonen y den  solución a ese mal.

Los músicos merecen el mejor trato, es una profesión dura, en donde en ocasiones se canta, se ríe, sin que la persona que observa, que escucha, no sepa qué siente ni cómo viven esos artistas.  “Se sufre, se goza, se vive feliz”, tal como lo expresa Emiliano Zuleta en una de sus composiciones inmortales, pero la situación que viven hoy los músicos del día a día, merece toda la atención.

Estoy convencido de que los músicos son personajes especiales, seres humanos íntegros; estoy seguro que si salen a protestar en medio de este caos social y de incertidumbre, saldrían a la calle a cantar pacíficamente. Es lo que saben hacer y es el sentir de quien cultiva el arte. Pero, por favor, los organismos públicos y privados, comprometidos con este arte, deben dar la mano a estos hombres y mujeres, ahora que lo necesitan. Es un imperativo moral que no da espera. El espíritu solidario debe salir fortalecido de esta crisis infernal.

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