Por Víctor Castro Castellar Docente, escritor, músico
Mientras la pandemia del Covid 19 avanza en su tercer pico y amenaza con colapsar las UCIs en todo el territorio, aún las autoridades nacionales no se prenuncian sobre el empecinamiento que mantienen para que maestros y estudiantes vuelvan a las aulas en la llamada modalidad de alternancia, Gradual, Segura y Progresiva, GPS.
Hace más de un año la tragedia era minúscula comparada con las estadísticas que hoy nos muestran un dramático panorama; cuando se supo de los primeros casos confirmados en suelo patrio, nos mandaron a un encierro que aún se prolonga.
Hoy, ciudades como Santa Marta, Cali, Barranquilla, Medellín y todo el departamento de Antioquia viven una situación de catástrofe. En las últimas semanas, estas regiones han puesto la mayoría de los muertos. Bogotá, por su parte, a pesar de todos los esfuerzos que hace la mandataria local, Claudia López, espera la oleada de la pandemia.
No se augura un horizonte alentador. En estos días no más las autoridades sanitarias registran un número significativo de muertes cercanos al centenar y la curva sigue en ascenso. Las UCIs para Covid 19 en estos momentos alcanza el umbral del 90% y los médicos ya advierten que se viene una situación en dónde los enfermos que lleguen, tendrán que esperar según una valoración previa que le hagan a cada paciente.
En este contexto sanitario, la Ministra de Educación, María Victoria Angulo, y algunos mandatarios locales insisten en que los maestros y estudiantes deben volver a las aulas bajo la denominada modalidad de alternancia.
Ahora que el maremágnum de la pandemia se avecina, dichos mandatarios consideran necesario el regreso a las aulas. Habrá razones de peso para el retorno por todo lo que ha ocasionado el confinamiento, pero también es importante sopesar, ahora más que nunca, si la vida importa más que otros derechos.
Volver a las aulas, con todos los protocolos pensados para la actividad pedagógica en las aulas, no sólo significa garantizar un tapete de desinfección, un lavamanos, baños suficientes o suficiente distanciamiento físico de los infantes y jóvenes en cada aula, sino que también se debe considerar el contexto social de la pandemia. ¿Qué tanto auto cuidado garantizan las familias? Es una buena pregunta para considerar, si se observa que en alguno de los barrios donde habitan los estudiantes, se percibe una indisciplina que no garantiza que los educandos lleguen infectados a las instituciones.
Por otra parte, niños y jóvenes deben desplazarse a las instituciones educativas, hecho que implica un primer riesgo ante el virus que circula y contagia ahora más rápido con las nuevas cepas que llegaron de ultramar.
Un joven debe tomar un bus que lo lleve al colegio. En el trayecto se encuentra con amigos y amigas, con los cuales comparte. Se sabe que los jóvenes, en ciertos eventos, actúan de manera temeraria y desafían la muerte, porque no prevén que eso les pueda suceder a temprana edad. Mientras tanto, el maestro debe hacer lo propio, en bus, en taxi, en moto, bicicleta o cualquier medio de transporte.
También asume sus riesgos y es obvio podrían resultar también contagiados. Se habla de una pronta vacuna para los docentes, pero con los últimos acontecimientos en torno al preciado biológico, aún no se tiene certeza de que esa posibilidad se materialice.
Lo mejor que pueden hacer los mandatarios nacionales y locales es fortalecer la conectividad para seguir hasta donde sea posible con la educación virtual. En la actualidad, no es recomendable volver a la normalidad presencial, así sea de la manera como lo plantean en el denominado GPS. Es importante preservar la vida. Mientras tanto, seguiremos aprendiendo de este mal pandémico que nos recuerda que somos más vulnerables de lo que creíamos hace apenas unos meses atrás. Señora Ministra de Educación, señores gobernadores, alcaldes, no lo duden, los niños y jóvenes deben permanecer en casa. Esta emergencia sanitaria no es para hacer política, ni nada parecido, primero la vida ante un riesgo inminente de pérdida.
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