Por: Majo Del Toro Perea Politóloga – Universidad del Norte

El calendario electoral en Colombia ya ha empezado a marcar las jugadas. El Pacto Histórico (PH) ha decidido adelantarse y, en un movimiento de alto riesgo político, pasar de ser una coalición a convertirse en un partido único con personería jurídica. El 13 de junio de 2025, Colombia Humana, el Polo Democrático Alternativo, la Unión Patriótica y el Partido Comunista radicaron ante el CNE su solicitud de fusión. Apenas un mes después, el 19 de julio, el PH realizó su Convención Nacional: lanzó una campaña masiva de afiliación, definió directrices internas y anunció su participación en la consulta del 26 de octubre para escoger listas al Congreso y un candidato presidencial único.
El problema es que toda esta arquitectura depende de un solo factor externo: que el CNE apruebe la fusión antes del 19 de septiembre, fecha límite para inscribir precandidatos a las consultas internas. La jugada, por tanto, es como el refrán: “ensillar antes de tener la bestia”.
En teoría, el paso de coalición a partido único busca tres objetivos claros:
1.- Consolidar marca política: Pasar de un frente electoral temporal a una estructura orgánica permanente, con ideario único y disciplina interna.
2.- Garantizar supervivencia jurídica: Evitar que partidos minoritarios que integran el PH pierdan personería tras un mal resultado.
3.- Optimizar la representación legislativa: Maximizar la conversión de votos en curules bajo un solo logo, evitando la fragmentación interna.
Sin embargo, desde la perspectiva de la ciencia política, el movimiento presenta un alto nivel de dependencia institucional. El CNE —con una composición política poco favorable al oficialismo— es un actor de veto que puede alterar el tablero en cualquiera de estos escenarios:
Escenario 1 – Aprobación temprana (antes del 19 de septiembre)
El PH consolida su estrategia: participa en la consulta del 26 de octubre como partido, legitima y ordena la composicion de sus listas con el voto popular y llega a 2026 con un solo candidato presidencial elegido de igual manera. Esto fortalecería la cohesión y daría ventaja frente a rivales que aún negocian alianzas.
Escenario 2 – Aprobación tardía (después del 26 de septiembre)
La estructura de consulta definida en la Convención quedaría inservible. El PH tendría que improvisar mecanismos alternativos (encuestas cerradas, convenciones regionales, etc.), lo que puede derivar en conflictos internos y pérdida de momentum político.
Escenario 3 – Negación de la fusión
El golpe sería severo: los partidos del PH competirían separados en 2026, con riesgo de perder personerías y sin posibilidad de llegar como partido a una consulta interpartidista con fuerzas afines para escoger candidato único a la Presidencia en marzo de 2026. Esto además, debilitaría sus opciones de construir una mayoría parlamentaria y de enfrentar un bloque opositor cohesionado.
El riesgo es que, si el CNE bloquea o retrasa la fusión, no solo se frustre el plan del PH: también se enviaría un mensaje disuasivo a futuros intentos de unificación partidaria, consolidando el modelo de partidos débiles y alianzas volátiles que ha caracterizado al sistema político colombiano.
En términos de teoría política, el Pacto Histórico está priorizando capital simbólico sobre capital institucional. La narrativa de unidad y fuerza se proyecta bien hacia las bases, pero sin la validación jurídica del CNE, esa narrativa se desinfla en la práctica.
Lo inteligente no es solo ensillar cuando se tiene la bestia, sino asegurarse de que la bestia está viva, en forma y lista para correr la carrera. De lo contrario, se corre el riesgo de quedar con la montura impecable… pero sobre un animal que nunca salió del establo.

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