Por: Víctor Castro Castellar.
“Mamar gallo”. Una costumbre más caribeña que de otras regiones del país. Este concepto tiene diferentes acepciones, incluso eróticas, pero me voy a referir a esas ideas que identifican la mamadera de gallo con la broma, burla hacia el prójimo, con no darle mucha seriedad a la vida o al incumplimiento de compromisos o dilatarlos.
¡Al grano—dijo la gallina— y no mame tanto gallo! En nuestra patria existen mamadores de gallo profesionales. En política se hallan por montones, sobre todo, si son zorros enredados en la corrupción, el poder o, a lo sumo, personajes que le hacen el quite a las deudas pendientes con la justicia y a otras instituciones estatales.
Álvaro Uribe, con la seriedad de patriota que se manda, le mama gallo a todo el mundo. Lo último que hizo, entre sus “jugaditas”, fue burlarse de la Corte Suprema de Justicia. Su habilidad lo llevó a renunciar a su curul como Senador para que su caso, esta vez por manipulación de testigos, lo asumiera la Fiscalía “amiga”. Hoy está ad portas de librarse de esa acusación, y, como puercos que ven el portillo que abrió el ex presidente, se escabulleron de la Corte otros amigos de Uribe. Ya renunciaron a sus curules como congresistas Álvaro Prada, investigados por hechos similares y el senador Eduardo Pulgar, “encanado” por hechos de corrupción.
Iván Duque, como fiel escudero de Uribe, le ha mamado gallo a los colombianos. Los Acuerdos de Paz los volvió trizas. Al Paro Nacional le está mamando gallo y Colombia paga un alto costo material y en vidas humanas que aún se cuentas como asesinados, maltrechos o desaparecidos en medio de una inédita protesta social de jóvenes que están cansados de tanta mamadera de gallo del Estado y del Gobierno en cabeza de Duque. A los sanadresanos, víctimas del huracán Iota, les mamó gallo y aún estos connacionales padecen las inclemencias del tiempo y las dilaciones del gobierno para darle solución a sus problemas.
Los corruptos, ladrones de cuello blanco, los bandidos que son objeto de investigación, le maman gallo a la justicia. Los mismos encargados de administrar justicia en ocasiones se ven envueltos en escándalos para favorecer a quien ponga altas sumas de dinero de por medio. El famoso Cartel de la Toga puso en evidencia una justicia podrida, que absolvía a altos funcionarios del Estado a cambio de dinero. Los protagonistas, muertos de la risa, volvían a sus regiones a hacer política, seguros, de que el peor delito en la administración pública era subsanado con unos cuantos millones de pesos.
Así se cuentan escándalos como el de Odebrech, feria de dinero que llegó a campañas presidenciales; Reficar, un robo a manos llenas que ascendió a más de 5 billones de pesos. Caso Interbolsa, una manera descarada de sacarles la plata a los colombianos para feriarla a manos llenas. En todos estos casos, le mamaron y le siguen mamando gallo a la justicia. Sus protagonistas son zorros de la corrupción que se valen de abogados mañosos que dilatan y dilatan hasta quedar libre por vencimiento de términos, o, en el peor de los casos, reciben condenas mínimas que pagan en el confort de sus propias casas, mamando whisky y al son del mejor grupo musical de la región o del país.
En mi pueblo, San Juan Nepomuceno, Bolívar, que sin duda puede ser cualquier pueblo del Caribe, se hallan mamadores de gallo de vieja estirpe. Es muy reconocido en la historia reciente al desaparecido Efraín Calvo, identificado cariñosamente como “Rañao”, remoquete que se ganó por tener la piel del rostro visiblemente irregular debido al acné de su adolescencia. Fueron múltiples las ocurrencias para mamarle gallo a la vida y a las personas que lo rodeaban.
En alguna ocasión, en medio del jolgorio de las fiestas patronales, a una señora se le cayó un billete de alta denominación, al cual Rañao le puso el pie con la firme intención de comprarse una botella de ron. La señora dio vueltas buscando el billete y rogaba a todos los santos que apareciera; prometía prenderles velas y rezarles novenas de oración. Rañao con su voz de tango le advirtió: “No busques más ese billete. ¡No aparecerá, así le pongas la termoeléctrica!”
Los mamadores de gallo pueden inofensivos, hacen parte de la idiosincrasia de todos los pueblos del mundo. Hay otros que le hacen mucho daño a la comunidad y al mundo entero. Yo me quedo con los pueblerinos, quienes a veces por no pagar una deuda le dicen socarronamente a sus acreedores: “Manden a laminar el cheque que les di como garantía mientras cojo plata.”
Con la pandemia tendrán excelente excusa para mamarle gallo a la muerte mientras se beben una cerveza en la cantina del pueblo. Ellos no se contagian de virus letales, tan sólo le maman gallo a la vida y son felices cogiendo a los ingenuos que se las dan de “vivos” para sacarles un “billetico” y la “piedra”, mientras ríen a carcajadas, incluso, con sus propias víctimas.
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