El intenso calor se siente más después de 10 de la mañana porque el sol pega de frente y se filtra por las rendijas de la tablas y calienta todo en la pequeña casa. Las bolsas negras de basura que se han pegado con cinta y algunos clavos oxidados en gran parte de la casa no frenan la intensidad de los rayos solares en estos días calientes del mes de mayo.
La casa tiene un techo construido con viejas láminas de zinc las cuales también tienen orificios por dónde se filtran los potentes rayos solares de las 12 del día. A esa hora, la pequeña vivienda se convierte en un horno en dónde no hay donde ponerse para conseguir algo de fresco. El destartalado abanico que sólo tiene el motor y las aspas, echa un aire caliente que irrita los ojos.
Desde que comenzó la cuarentena la convivencia en la casa ubicada a la orilla de la Ciénaga de Virgen, uno de los cuerpos de agua más contaminados de Colombia en la histórica ciudad de Cartagena de Indias, la vida se ha complicado.
La familia de Carlos Guatapé es una de las tantas que viven en esta zona de Cartagena en dónde se acomodan hasta 10 personas en un pequeño espacio que no llega a los 40 metros cuadrados. Allí cada día de cuarentena es un reto para la convivencia y para la supervivencia.
Carlos, su mujer, sus tres hijos y su suegra, que se la cogió el aislamiento en la ciudad, sobreviven anteponiendo la incomodidad del hacinamiento y el pleigro de estar en calle, a la necesidad de conseguir el diario para no acostarse con el estomago vacío. «Desde que nos levantamos tenemos la tarea de conseguir para el almuerzo porque casi nunca desayunamos, a veces comemos platanitos y cuando hay,… un pedazo de yuca».
La semana pasada les llegó una de las ayudas humanitarias de esas que está dando la Alcaldía la cual les aguantó tres días… “Fue un alivio. Lo más complicado del diario es «la liga».
«Comemos mucho huevo porque son baratos… con 2.000 pesos compramos hasta seis y los hacemos rendir con tomate y cebolla y con manguera de la barata. Con 1.000 pesos compramos un buen pedazo. En ocasiones compramos gordito de pollo y de carne para echarle al arroz. También comemos bastante lenteja y frijol. Con 2.000 pesos se puede comprar media libra de cada una y le echamos tomate, cebolla y otros condimentos. Cada día nos gastamos unos 10.000 pesos para comer y es un reto conseguir esa plata antes de 12 del día».
Antes de la cuarentena se conseguía la plata para el diario y hasta un poco más. Carlos es reciclador y trabaja en los barrios aledaños a su casa. «Me iba bien porque con el cartón, plástico, vidrio y hierro que recolectaba me ganaba hasta 12.000 pesos. Mi señora también se rebuscaba lavando y planchando dos veces a la semana en casa de unas familias que viven en una urbanización por el barrio El Recreo. Le pagaban 30.000 por cada día. Y los pelaos se ganaban también unos pesos limpiando vidrios de carros después que llegaban del colegio en la avenida. Había días que reuníamos hasta 50.000 pesos, con eso vivíamos bien».
Pero desde que llegó la cuarentena las cosas se complicaron. «A mí mujer le dijeron que ya no podía trabajar por el temor del contagio y el negocio del reciclaje tampoco funciona, así que me voy con los pelaos a limpiar vidrios, cuando nos va bien nos vamos para la casa con 8 o 9.000 pesos. Casi siempre llegamos después de 3.00 de la tarde y a esa hora se inventa la comida…hacemos lo que llaman en el barrio..un solo trén».
Los días de «no pendejear» decretados por el Alcalde se han convertido en una tragedia para Carlos y su familia porque no hay vidrios que limpiar. «La pasamos muy mal porque vivimos del día a día. Para nosostros el día de no pendejear es de física hambre. Me toca salir a pedir en los barrios de allá arriba (Los Alpes, Gaviotas..) y logro conseguir algunas cosas para cocinar para no irnos en blanco. Ahora que van a decretar dos días seguidos de no pendejear no se qué vamos a hacer».
Cuando no pueden salir, los días de «no pendejear» se hacen eternos en casa de Carlos, no hay espacio para estar dentro de la pequeña vivienda sumado al intenso calor que de siente en todos lados. Por eso hay que salir a la calle a buscar refugio en los pocos árboles que hay en el sector. «A veces la policía llega y se molesta porque estamos en la calle pero cuando se percatan de como vivimos se van».
Así como la de Carlos, cientos de familias de Cartagena sobreviven a la cuarentena en medio de la pobreza, para muchos de ellos lo del Covid 19 es lo que menos les preocupa porque desde hace muchos años sobreviven a diario al hambre, la violencia y la pobreza… y le han ganado…
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