Por LUIS CASTELLAR RODELO
Esperaré ansioso la crónica de “mi hermanito” Tatis o mi colega y amigo Aníbal Therán y otros tantos periodistas habilidosos con las letras sobre Germán Mendoza, el eterno jefe de redacción, jefe de edición y subdirector de El Universal que de seguro seguirá recorriendo los pasillos de la edificación donde funciona el diario local, allí donde pasó la mayor parte de su vida.
Las palabras de tristeza y reconocimiento de las virtudes profesionales de Mendoza, expresadas desde que se conoció la noticia de su partida, por muchos colegas que lo conocieron, no son simples frases vacías que dice la gente cuando muere alguien importante. Estoy seguro que cada una de esas palabras son sentidas y sinceras porque en verdad “El Mono” de alguna u otra manera, tocó a muchos periodistas, no solo de Bolívar, sino de todo el país.
La pasmosa serenidad del cirujano que práctica una complicada operación a un paciente moribundo, es la que tenía Mendoza para ocuparse de la primera página del periódico, nunca lo vi salirse de casillas, decidía que iba y como iba cada nota con precisión.
Fue un enamorado del oficio, lo conocía y lo disfrutaba. De su pequeña oficina del nuevo edificio de El Universal en donde lo vi por primera vez y que tenía una amplia vista a la monstruosa rotativa del diario, no salía mucho, las veces que lo hacía buscaba acercarse a algún cubículo para referir una anécdota o un chiste. Pero su oficina era visitada con mucha frecuencia por todos, allí llegaban en busca de orientación y siempre encontraban una respuesta. Mendoza fue ampliamente generoso con sus consejos y recomendaciones y por eso muchos tuvimos nuestra primera lección de periodismo en esa pequeña oficina.
A Mendoza lo recordaremos siempre que se hable de periodismo, no solo porque gran parte de su vida la dedicó a este noble oficio, sin o porque escribía con maestría sobre cualquier tema, pero se fascinaba el cine, la ciencia, la historia. Es mucho lo que puedo decir de Germán, pero lo dejaré hasta aquí. Seguiré esperando lo que digan los demás porque el mejor homenaje que podemos hacerle es escribir para que él nos lea en la eternidad.
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